Adiós a un gigante del flamenco: «Chiquito de San Bernardo», una leyenda que se apaga.

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A las 6.30 de la mañana, la sonora voz de José Moranda Gutierrez, cantaor Sevillano, se impregno del más profundo silencio. En el corazón del flamenco hay un vacío que resuena con la fuerza de un cante jondo. Ha fallecido «Chiquito de San Bernardo» a la edad de 90 años, un cantaor que, con su voz y su pasión, trascendió fronteras y llevó el alma del flamenco a los rincones más distantes del mundo. Hoy, el mundo del arte y sus familiares, lloran la pérdida de uno de sus más grandes exponentes. 

En el barrio del Polígono San Pablo, su hogar, se respira luto y respeto. Pepe, como cariñosamente le llamaban sus vecinos, nunca dejó de sentir el flamenco. Incluso en su lecho de muerte, las notas dramáticas del flamenco fluían por sus venas:

«Me voy a morir
Gitanitos de la Cava
Me voy a morir
Venid gitanos, gitanas
Quiero usted le lloréis por mí
Mis gitanos, mis gitanitos de la Cava».

Rodeado de sus hijos David, Daniel y Aurora, yerno Sergio y Laura, y sus sobrinas Teresa, Adelaida y María del Mar, Chiquito de San Bernando, fue despedido por aquellos que le amaron y admiraron. Todos ellos, recordarán siempre al genio y figura de Pepe, el cantaor indomable.

Tuve el honor de conocerle en su última etapa. Poseía una memoria prodigiosa, que mantenía vivos sus recuerdos y remotas actuaciones junto a figuras como Lola Flores y Antonio González ‘El Pescadilla’. Me contó de su actuación en Estados Unidos para Frank Sinatra, de su encuentro con el último sah de Persia, de sus juegos con Lolita y Antoñito, hijos de la Faraona, y de cómo en México, cantó para la élite política y empresarial. Navegando en la red, encontré un programa que constata la intensa y vibrante vida de Pepe. 

Un camino de arte y pasión:

Chiquito de San Bernardo, descubrió su amor por el flamenco en las calles de su natal Sevilla. Desde muy joven, su voz se abrió camino entre las peñas y tablados, capturando la esencia de un arte que corre por las venas del sur de España. Era un niño cuando comenzó a soñar con los escenarios, y no tardó en convertir esos sueños en realidad.

Recorriendo los escenarios del mundo:

Con su guitarra a cuestas y una voz que era pura emoción, Chiquito de San Bernardo se convirtió en un embajador del flamenco. Desde los pequeños escenarios de su tierra hasta los grandes teatros de Europa, América y Asia, su arte resonó con la autenticidad de quien canta desde el alma. Su música no conocía fronteras; en cada nota, llevaba un pedazo de su tierra y su cultura andaluza.

Un legado inmortal:

El flamenco, más que un género musical, es un lenguaje del alma, y Chiquito de San Bernardo fue uno de sus más elocuentes intérpretes. El duende del flamenco vivía en él, y su espíritu seguirá vivo en cada taconeo, en cada quejido de guitarra, en cada palma que acompaña el cante.

Un homenaje a la vida y al arte:

Hoy, al despedir a Chiquito de San Bernardo, no solo decimos adiós a un artista; despedimos a un pedazo de la historia del flamenco. Su voz, que tantas veces rompió el silencio de la noche para contar historias de amor, pena y alegría, ahora se une al coro eterno de los que, aunque se van, nunca dejan de cantar.

En cada rincón donde el flamenco siga vivo, allí estará Chiquito de San Bernardo. Su arte, su pasión y su entrega al flamenco son un tesoro que nos deja, un legado que continuará iluminando el camino para aquellos que, con guitarra en mano y alma encendida, sigan los pasos de este gigante del arte. Descanse en paz, Chiquito de San Bernardo, y que tu cante siga resonando en la eternidad al lado de su madre Teresa y hermana Angela.

Gracias, Pepe. ¡Buen viaje!

 

 

 

 

 

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