La Destrucción de Caparacena: Avanza el Proyecto Solar en detrimento de los Olivos y la Biodiversidad
Lo que comenzó como una advertencia, se ha convertido en una realidad devastadora. El proyecto Caparacena II, que abarca 120 hectáreas, ha arrancado miles de olivos en plena producción, algunos de ellos con más de 40 años, para dar paso a la instalación de placas solares. Este es solo un capítulo más en el desolador proceso de destrucción que se viene denunciando desde hace cuatro años.
La construcción de la ilegal línea eléctrica de 400 kV, a pesar de las denuncias de vecinos y colectivos, ha contado con el consentimiento de las administraciones locales, regionales y estatales. Lo que en su día parecía una amenaza a futuro, hoy está mostrando sus consecuencias en toda su magnitud: destrucción del paisaje y del territorio, alteración de los hábitos de vida rurales, pérdida irreparable de biodiversidad y la desaparición de especies esteparias autóctonas. A esto se suma un problema aún más grave: el aumento de las temperaturas locales en hasta 10 grados, debido a la masiva implantación de infraestructuras solares.
Este desastre ambiental y social, que afecta a la vida rural de Caparacena, es producto de una mala planificación. La transición a energías renovables, que podría haberse realizado de manera justa y sostenible, ha sido entregada en manos de fondos de inversión y especuladores, que están convirtiendo vastas extensiones de terreno productivo en desiertos industriales.
Las cifras hablan por sí solas. Más de 7.000 millones de euros han sido destinados para subvencionar proyectos que, en lugar de mejorar la vida de la población local o fomentar el autoconsumo, favorecen los intereses de grandes inversores. Mientras tanto, el autoconsumo energético sigue sin recibir las ayudas necesarias y las legislaciones europeas, que podrían haber regulado estos desarrollos, ni se aplican ni se respetan.
El «gueto del Cubillas», como algunos vecinos han comenzado a llamarlo, se cierra cada vez más. Lo que antes eran paisajes naturales, campos productivos y una rica vida comunitaria, hoy son campos de placas solares que amenazan con transformar el entorno en un páramo deshumanizado.
La transición energética, tan necesaria para el futuro del planeta, no puede justificarse a costa de la destrucción de la vida rural, de los ecosistemas locales y del tejido social de nuestras comunidades. Caparacena II no es un proyecto de energía limpia, sino un expolio a gran escala que solo beneficia a unos pocos, mientras destruye el futuro de muchos.